¿Quién soy? ¿Quién soy? ¿Quién soy?

En la primera mitad del 2020 he participado en el programa de Barcelona Activa para mujeres emprendedoras en el mundo de la economía social y solidaria Construïm en femení, pensando y desarrollando la idea de la app de Un Armario Verde. Parte de los ejercicios durante el curso era recordar quien soy, de dónde viene Un Armario Verde y contarlo a otras. A otras quienes a lo mejor no han estado en un intercambio, quienes no han leído el blog, quienes no han sido mis clientas de organización profesional… a todas vosotras quienes no habéis oído esta historia, pues aquí está el cuento de Luīze y su pasión por los armarios:

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De pequeña quería ser diseñadora de moda. Vengo – como casi todo el mundo – de un largo linaje de mujeres que cosían y arreglaban ropa, por gusto o por necesidad. Los recursos eran escasos en la Unión Soviética, y la única manera de expresar su individualidad y gusto a través de la vestimenta era con prendas hechas a medida. Para quienes leéis en inglés, aquí hay nombres y mini-historias de aquellas mujeres, valientes e increíblemente creativas.

Mis primeras experiencias consciente de adquisición de ropa fueron en las tiendas de segunda mano y los mercadillos de ropa misteriosa. La ropa de segunda mano entró en Letonia en los 1990 como “ayuda humanitaria” y a finales de la década parecía que en cada manzana de Rīga había por lo menos una tienda de aquel olor característico y un surtido aleatorio de marcancía. La ropa nueva también tenía mucho mercado informal: habían mercados alegales enormes como el mercado Gariūnai en Vilnius y emprendimiento tan pequeño como señoras trayendo algo de ropa de aquellos mercados (en aquellas clásicas bolsas de plástico que luego Demna Gvasalia replicó para Balenciaga) y yendo por sitios de trabajo revendiéndolo al personal muy a por menor. De algunas cocheras llenas de ropa de marcas alemanas donde se llegaba sólo con invitación aún no sé de dónde venía la mercancía.

La ropa era importante en mi familia. Adquirir molaba mucho. Era felicidad instantánea. No era cuestión de necesidad sino el subidón de la novedad que nos movía a mí y a mi madre a revisar las tiendillas de segunda mano y las cocheras de las amigas de las amigas. Durante mi adolescencia a veces decía que yo podría abrir una tienda de segunda mano bien abastecida sólo con lo que yo tenía. Era más bien una verdad que una broma.

A los 15: el chaleco me lo había tricotado yo, el top y la falda venían de aquellas cocheras misteriosas (eran de NoaNoa, creo), las medias y las zapatillas – de tiendas normalitas. Las zapatillas de Wrangler éstas las había adornado con mariquitas de floristería y las limpiaba de manera obsesiva para que las partes de goma se mantuviesen blancas.

Luego, como tantas otras personas de mi cohorte, pasé por una fase de enamoramiento con la moda rápida. ¡Por fin adquirir ropa podía ser tan fácil, tan barato, tan divertido, tan accesible y tan frecuente! Todo aquel disfrute sólo para luego quedarme aterrorizada con las prácticas laborales y medioambientales que implica aquel modelo de negocio. Pero el gozo era real mientras duró, de ahí que entiendo perfectamente el hechizo de poder comprar y comprar con un presupuesto de estudiante.

Desde ahí – y con el doble equipaje de haber visto mi familia ingeniárselas en tiempos de escasez y mi posterior disfrute desenfrenado seguido por la sensación de culpabilidad al saber más sobre las cadenas de producción de mis nuevas marcas favoritas – hace siete años empezó mi viaje hacia un armario más sostenible. No fue de golpe, no recuerdo un momento clave… era un movimiento interno sin un plan claro. Sabía que quería vivir mi ropa con más alegría y claridad, dejando atrás la culpa, la ansiedad y el agobio.

Mi primer paso intuitivo fue dejar de adquirir cosas nuevas, llegar a saber qué es lo que ya tenía y preguntarme por qué quería más. Habría muchas maneras de tomar aquella conciencia, imagino, pero mi respuesta fue con una herramienta digital y cuantitativa. En septiembre de 2014 nació mi primera hoja de cálculo donde apunté todo lo que tenía y qué prendas de toda aquella abundancia me ponía.

Aquel primer impulso me llevó hacia muchas otras cosas. Abandoné la moda rápida definitivamente y casi todas compras de prendas nuevas en general. En 2016 empecé a organizar intercambios de ropa. En 2017 empecé a escribir este blog sobre mis aventuras con la sostenibilidad textil. En 2018 asistí al curso de organización profesional según el método de Marie Kondo y empecé a trabajar como consultora. También en 2018 empecé a aprender a coser y – un año más tarde – a bordar y zurcir. Las hojas de cálculo para mi armario han estado conmigo todos estos años. Aquí hay un ejemplo de cómo lo hago yo.

Todo aquello me ha llevado a plantear crear una herramienta para hacer aquel viaje posible para más personas: el blog, los intercambios, los encuentros, el contenido para las redes sociales. He leído mucho, he pensado mucho, he probado muchas cosas… Y los tres pilares de un armario más sostenible que he descubierto van más allá de dejar de comprar unas marcas y empezar a comprar otras.

Es tan sencillo y barato como (a) saber lo que una tiene y quedarse sólo lo que tiene sentido según el criterio personal de cada una, (b) cuidar y arreglarlo para hacerlo durar y (c) en lo posible, adquirir prendas usadas en lugar de nuevas e introducir en la economía circular aquellas que ya no queremos, preferiblemente en forma de trueque y tejiendo redes mientras. Sólo el cuarto punto, el optativo según las posibilidades de cada una, sería adquirir cosas de marcas más sostenibles cuando es imposible conseguirlas usadas.

Nunca llegué a ser diseñadora de moda. De aquello sólo quedaron algunos esbozos y ensoñaciones. Opté por las ciencias sociales y la investigación. Pero Un Armario Verde está aquí para facilitar un nuevo vínculo entre las personas y sus prendas, una transición hacia este nuevo paradigma de armarios conscientes, cuidados y sostenibles.

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¿Cuál ha sido tu viaje por las diferentes estaciones de relación con tu ropa? ¿Cuáles son las preocupaciones que tienes con tu armario ahora mismo? ¿Te reconoces en algunas de mis experiencias? ¡Cuéntame, por favor, sería muy interesante! ♥

2 Comments

  1. Hola Luīze!! Me encanta tu pasión por los armarios y tu iniciativa de intercambio!! Tenemos cosas en común!!
    Mi madre y mi tía tuvieron una tienda de ropa durante años y yo me críe viendo como muchas mujeres entraban a la tienda buscando prendas y la importancia que tiene el probartelas y, llevarte sólo lo que encaje realmente contigo. Además mi madre también me llevaba a los mercadillos y me enseñó a comprar en ellos.
    Bueno, no me enrollo más. Me enteré de que el sábado estarás en el Ateneu Roig dónnde hago teatro en Furafollas y me agendé la fecha pero me coincide con un cumpleaños que no me quiero perder (empieza a las 12h, brunch), ¿cuándo será el próximo intercambio?, ¿alguno en mayo?

    1. Hola, Leticia, ¡encantada de que me hayas encontrado y bienvenida a éste espacio! Sí, creo que la vida rodeada de ropa ayuda a aprender de una manera intuitiva la gran importancia que las prendas tienen en nuestras vidas, ya que es enorme y tan a menudo ignorada. En cuanto a la agenda de intercambios, para éste año académico quedan dos eventos más: un intercambio de ropa infantil el 27 de mayo y otro para adultos el 17 de junio. ¡Ojalá puedas pasar!

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